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iz Truss fue finalmente la primera ministra británica de menor duración en la historia del Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte. Ocupó el lugar por 44 días en reemplazo Boris Johnson, de su mismo Partido Conservador, y terminó corriendo con la misma suerte por pedido de sus propios pares: no hay acuerdo sobre la política económica.
Truss asumió anunciando congelamiento de tarifas, baja impuestos, congelamiento de aportes previsionales e incentivos a las petroleras, todo lo cual requiere de un mayor gasto público y de endeudamiento del tesoro, permitiendo incentivar la actividad económica. Todo lo contario a lo que ejecuta su Banco Central (BoE) que, frente a una inflación anual del 10% sigue elevando la tasa de interés para enfriarla.
Las empresas y actores del mercado le respondieron con una corrida cambiaria que hizo caer la relación libra-dólar a niveles de 1972 y una corrida contra los bonos de deuda de largo plazo del tesoro. El BoE salió a comprar deuda por 65.000 millones de libras esterlinas para detener la caída de su precio y proteger a los fondos de pensiones, que son unos de sus más importantes tenedores.
También se lo señalaron desde el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional (FMI) cuestionaron los recortes de impuestos y la instaron a reconsiderarlos. “Es importante que la política fiscal no funcione en contra de la política monetaria”, le dijo a fines de septiembre el portavoz del FMI.
Truss aflojó un poco y el 14 de octubre despidió al ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, autor del plan. Si bien los legisladores le aprobaron suspender la prohibición del fracking para la extracción de gas y petróleo, le anunciaron que tenía 17 días para enderezarse y poder seguir en el gobierno. No lo logró y renunció el 20 de octubre.
En su lugar, asume Rishi Sunak, el ex ministro de economía de Boris Johnson, a quien también dejó solo en el gobierno por la mismas diferencias.