Doctora en sociología y columnista en El Cohete a la Luna, Mónica Peralta Ramos, autora del emblemático libro “Economía Política Argentina: poder y clases. 1930-2006”, analiza la situación del país, el mundo y las elecciones del próximo domingo.
Usted estudió las estructuras de poder en la Argentina, las alianzas de clases y los modelos productivos en el siglo XX ¿qué podría decir frente a estas elecciones?
Creo que una de las principales cosas que me asombra del momento actual es la falta de vinculación entre lo que ocurre en el mundo y lo que ocurre día a día acá, como si estuviéramos colgados en otro planeta. Hay una intensidad de los conflictos actuales acá, que son producto de las circunstancias locales pero están imbricados por lo que pasa a nivel internacional. Es lo que podemos llamar la “geopolítica del dólar y el petróleo”. En este momento la energía –contracara del dólar– y con esto me refiero al control de la energía, la producción, los precios y las rutas de abastecimiento, marca una disputa que hace tambalear la hegemonía del petro-dólar y de Estados Unidos. Con lo ocurrido en la guerra entre Ucrania y Rusia, y el conflicto desatado en Gaza, se ha intensificado la estrategia de dominar a través de la división, que es una estrategia muy simple, que se aplica a todo tipo de relaciones de poder y que ha sido incorporada a las políticas estatales en los últimos 200 años. La esencia de la geopolítica actual está invisible en nuestro país, cuando somos la segunda reserva mundial de gas pero permanecemos acorralados por el dólar, estando en esta región geográfica. Esto no lo vemos, no se discute ni en la campaña electoral, ni en otro lado.
¿Cómo caracteriza el rol del Estado en la transferencia y distribución de la riqueza?
El Estado no es un ente abstracto, es un campo de batallas, donde se expresan los representantes de los distintos sectores que logran acceder a sus resortes a través de las elecciones. El tema es quién provoca las transferencias y para quién, hacia dónde van. En los primeros gobiernos de Perón, se transfirieron recursos desde el sector agropecuario hacia la industria, hacia los consumidores. Esto tiene sus límites, porque genera problemas en la tasa de ganancia. Si cae la tasa de ganancia por la distribución, las grandes corporaciones ya instaladas en un esquema de dominación de los países centrales y periféricos, y buscando la expansión hacia fuera, no rompen los nexos entre las centrales y sus filiales. Porque su rentabilidad no depende de su carácter “nacional”, sino de un todo esparcido por el mundo, no solo en Argentina. Lo que ocurre entre el 55 al 73, es una creciente movilización obrera, un desarrollo industrial que continúa siendo dependiente y persiste el conflicto campo-industria. Cuando aparece el terrorismo de Estado, lo que no se tiene en cuenta es que para los militares era igual de importante destruir a la clase obrera, terminar con el conflicto campo-industria, terminar con el desarrollo de la industria nacional y permitir el reagrupamiento de los sectores financieros. Porque para ese entonces, la fase de expansión global del capitalismo norteamericano era otra. Y uno de los métodos históricos de parte de los grupos económicos para intervenir políticamente ha sido la corrida cambiaria, el desabastecimiento y la inflación. Después de la dictadura vino Menem, que profundizó los cambios aplicados por Martínez de Hoz (privatizaciones) permitiendo una creciente concentración del capital.
¿Es posible ir en contra de una tendencia que es propia de la organización del propio sistema social que impone las condiciones y las alianzas?
La concentración y diversificación de la “patria contratista” en las distintas esferas de la producción, el comercio y las finanzas, fue fogoneada por el kirchnerismo a través de los subsidios. Y esos grupos siguieron operando a través de la corrida cambiaria, el desabastecimiento, la formación de precios y, como consecuencia final no como efecto, de la fuga de capitales. La restricción cambiaria que hoy se pone como causa, en realidad refleja la matriz productiva que se fue acentuando a lo largo de nuestra historia. Y esa “patria contratista”, muy anarquizada, se ha especializado en tirar abajo esta democracia. El intento de Mauricio Macri fue imponer el liderazgo de su grupo y acaparar las fuentes de energía del país, por ejemplo sobre Vaca Muerta. En el escenario electoral que tenemos en frente, este sector va detrás de Milei. Y acá entra en juego la estructura mafiosa generada desde la dictadura hasta acá, que permea a toda la sociedad. El rechazo de la sociedad no solo porque no le alcanza para vivir, sino contra esa casta. El fenómeno Mieli viene estudiado y así se ha procedido en otros países del mundo. Ahí donde la política hegemónica norteamericana no logra controlar todo, se opera con las famosas revoluciones de colores. A diferencia de Bolsonaro y Trump, este fenómeno de Milei es distinto.
Las llamadas revoluciones de colores, también son parte de la agudización de los conflictos que recién mencionaba en relación al mundo y la Argentina
Creo que hay grupos decididos a romper lo que queda de esta democracia. Hay grupos que están creando el caldo de cultivo para una guerra, que están tratando de que implosione antes de las elecciones, agitando la idea de fraude por ejemplo. Los empresarios, por su parte, están apoyando esto a través de su silencio, de su financiamiento por abajo. Y Massa, por su parte, si bien tiene muchas capacidades también está agarrado de pies y manos. Porque otro silencio es el del campo progresista, como si así se garantizara la “unidad nacional” sin reparar de quién y con quién.
¿Se abre alguna posibilidad de lucha para el pueblo trabajador, para imponer otras condiciones que no sean la de esta “patria contratista”?
La cantidad de operaciones de inteligencia que se están dando, marcan la pauta de la fragmentación social pero también de la comunicación por abajo de las corporaciones. Por una serie de razones económicas y financieras, de carácter global, hay una multipolaridad en el mundo, que hace que sea factible pelear por el desarrollo nacional de una Nación y la inclusión de sus habitantes en ese desarrollo y bienestar. Eso es posible pero faltan los actores que lo puedan empujar. No olvidemos que tenemos al FMI supervisando todo. En Argentina falta ese empresariado nacional, que podría interesarse en un desarrollo de ese tipo si un gobierno de alianza popular organizara la fuerza necesaria para hacerlo. Pero para esto se necesita no solo los votos, sino también mostrarse en las calles.
Lo que está en cuestión es la representatividad, cómo lograr que la base se represente y también controle a sus representantes. Conciencia colectiva y participación de la gente, como por ejemplo el control social de los precios.