E
n una entrevista televisiva, Caputo dijo que el subsidio al transporte se traslada al precio de la botella de aceite por la inflación. Lo que no dijo, es que la devaluación realizada no solo aumentará el precio de la botella de aceite, sino el transporte y todo lo necesario para vivir. Se dolarizan los precios para favorecer las grandes fracciones exportadoras y baja el costo salarial a la mitad.
Es una licuación, producto de una decisión monetaria, que tritura el costo laboral y produce una transferencia automática de los asalariados al sector del capital.
Pero, además, no se pone en duda el pago al Fondo Monetario Internacional (FMI). Incluso el propio BCRA se hace cargo de una deuda que tienen empresas importadoras.
El ajuste fiscal, que ellos ponen en primer lugar como factor del problema de la inflación, tiene un objetivo más político que económico. En concreto, todo apunta a disminuir el costo laboral para que las fracciones de capital valoricen más y mejoren sus ganancias. Pero donde no hay ajuste es en el esquema de endeudamiento. Eso sí no se toca. Y es la forma que tiene el capital financiero para apropiarse de la riqueza producida.
Todas las fracciones acuerdan en este punto. Bien lo dice la cita bíblica que replica el presidente electo: “es fácil que una gran multitud caiga en poder de unos pocos”.