Igual que el Banco Central Europeo hace unas semanas , la Reserva Federal (FED) de EEUU ajustó esta semana sus previsiones sobre la evolución de la economía: el PBI terminará 2025 con un avance de solo 1,7% y con una mayor inflación subyacente (que no computa alimentos y energía) de 2,8%. Ese fue el aumento de precios que ya registró el Departamento de Comercio en febrero.
Con todo, así fue que la FED decidió dejar las tasas de interés de referencia como estaban: 4,5%. En diciembre de 2024 la bajó –por tercera vez en ese año– y se preparaba para seguir haciéndolo a lo largo de éste. Entonces preveía un aumento de precios en 2,5% anual y un ritmo de crecimiento de la actividad algo mejor: en 2,1%.
Lo esperable entonces se tornó incierto, más aun desde que Donald Trump volvió al gobierno y anunció aranceles comerciales por doquier.
El mercado de valores lo refleja también: el índice S&P500 (que promedia el precio de las acciones de las 500 compañías más grandes de ese país) cayó más de un 10% desde mediados de febrero. Y así, una cosa alimenta la otra.
El secretario del Tesoro, Scott Bessent, sintetiza la mirada del gobierno republicano: la economía y los mercados financieros estadounidenses necesitan una “desintoxicación”. Pero la FED decidió ahora reducir la cantidad de bonos del Tesoro que se vencen y no son renovados (es decir, se pagan). Ese monto era de 25.000 millones de dólares por mes. Desde abril, serán 5.000 millones. Así, disminuye el ritmo de desendeudamiento. La Reserva empezó a ralentizar la reducción de su cartera de activos en junio del año pasado, en un intento de aliviar la posible presión sobre los tipos del mercado monetario.