
Reconocimiento del problema
El vicepresidente del Banco Central (BCRA), Vladímir Werning, participó a fines de mayo de la reunión de titulares de bancos centrales realizada en El Salvador y dejó en claro el impacto del entorno internacional adverso sobre el plan económico nacional: las tasas de interés que la Reserva Federal (FED) norteamericana mantiene altas y la volatilidad en el mercado de bonos del Tesoro incrementaron “los costos de financiamiento para economías emergentes como la argentina”.

Más que una excusa, es el reconocimiento del problema de la dependencia. Pero peor aún, la novedad de la época es lo segundo: los bonos norteamericanos, que eran la inversión de largo plazo más estable hasta para el resto de los países del mundo, ya no lo son tanto. Su precio está en baja y por contrario, el de la onza de oro bate su récord histórico. Pasa que los países están poniendo más lingotes y menos billetes en sus reservas.
Vale repasar. EEUU abandonó el patrón oro en 1971 (como la Gran Bretaña lo había hecho en 1931) y el respaldo de su moneda pasó a ser la solidez de su propia economía expresada en los bonos de su Tesoro a largo plazo. Como acá y en cualquier otro lugar, el bono es lo que el Estado entrega a su banco central cuando le pide que imprima moneda. Y los pone a la venta también consiguiendo financiamiento del mercado. Cuando EEUU decidió liberarse del ancla del oro, inundó el mundo con sus billetes y las reservas de los bancos centrales (y también las “inversiones” de grandes compañías), con los papeles de su deuda.

Front Inversiones es una empresa argentina de intermediación financiera, la actividad que más ha crecido en el último año en el país al calor de las políticas que propicia el gobierno nacional. Su CEO es Alan Mac Carthy, quien en una entrevista con Ambito Financiero al respecto de la evolución del programa económico de La Libertad Avanza (LLA) señaló también que “el rendimiento de los bonos americanos determina el costo global del capital”. Dijo además que el gobierno está trabajando para que la gente saque el canuto de dólares y lo deposite en los bancos y así aumentaría la liquidez y dinamizaría el crédito. Que es lo que no está habiendo y por lo cual el ministro Luis Toto Caputo lanzó ese llamamiento a “remonetizar” la economía.
“Es clave –consideró además Mac Carthy– que las reservas crezcan gracias a la activación de sectores como el campo, la minería, el petróleo y otras industrias pujantes”. Si lo apunta es también porque no está sucediendo: las reservas no crecen como resultado de la actividad sino por toma de más deuda y reorientación del gasto del Tesoro, es decir, del gasto público. Salvo el complejo agro exportador y el minero (que incluye petróleo y gas), los demás sectores no han quedado en condiciones justamente pujantes desde que asumió Javier Milei en 2023.
Extractivismo
Daniel González, secretario de Coordinación de Energía y Minería de la Nación, expuso en la feria ArMinera realizada en mayo: “Creo que, en conjunto, la minería más el petróleo y el gas cambian para siempre la matriz de Argentina. O sea, la restricción externa con la que vivimos durante muchísimos años desaparece por completo”. Al respecto, Clarín tituló: “El Gobierno apuesta a que los dólares del petróleo, el gas, el cobre y el litio salven la economía argentina”.

En abril, Caputo se los dibujó así a los inversores reunidos allá en EEUU, durante un seminario organizado por el JP Morgan. En la misma semana y en la misma gira estaba orejeando las cartas del nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Argentina ‘mantendrá’ sus niveles de crecimiento traccionados por Vaca Muerta, el campo y la minería. Dijo ¡mantendrá! Ya presuponía que los demás sectores iban a la baja. Quizás a la quiebra quedando a precio de remate o achicando su participación en el mercado. A como sea, es un campo de orégano para los inversores externos más aun con la nivelación de los precios nacionales con los mundiales vía el ajuste del tipo de cambio.
En la misma ArMinera 2025, habló también el director de la consultora Invecq, Esteban Domecq, quien apuntó que la minería podría aportar 10.000 millones de dólares en exportaciones dentro de tres años: partiendo de 4.700 millones de 2024 y llegando a 20.000 millones para 2035 (¡400% más en una década!). Pero con el saldo de cuenta corriente negativo y reservas también negativas –prosiguió– la solución pasa por “algún aporte de capital lo antes posible” y las inversiones mediante el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI). ¿Por qué? Porque “los precios internacionales están muy bajos, la actividad está en zona alta y demanda dólares, y con ese tipo de cambio no se incentivan las exportaciones”.
El barril de crudo Brent (que se utiliza en Argentina como referencia) estaba en 78 dólares en abril, bajó a 62 en mayo y proyectan 65 dólares hasta 2026. Influyeron los anuncios arancelarios de Trump y la decisión de la OPEP+ (que explica el 70% del comercio mundial) de eliminar de recortes voluntarios y aumentar su producción. Con todo este combo, “la cuenta corriente ya no te puede dar”, remató Domecq. Y efectivamente, es lo que no está dando.
Todos prometen, todos esperan que… Pero la crisis –tan capitalista como ellos mismos– aleja esa esperanza. No es precisamente un problema económico “interno”. Acá, ya hicieron todos los deberes y todo el recorte posible. Sobre el necesario “aporte de capitales”, el mismo Mac Carthy considera que lo ideal sería que las tasas de los bonos estadounidenses estén bajas para facilitar el acceso al crédito externo para un mercado rentable y seguro. Dos consideraciones: una, que no es justamente una variable que se pueda determinar acá sino una condición a cuyas fluctuaciones nos han dejado expuestos; y otra, que lo estable y lo seguro es una condición para los inversores, no para los de a pie.
Imperialismo
Visto desde Argentina, se dice volver a los mercados internacionales (es lo que necesitan esas las empresas “pujantes” plantadas aquí). Visto desde los mercados internacionales se dice poder exportar capitales.
El imperialismo es eso: una etapa del capitalismo donde lo que principalmente domina el llamado comercio exterior (entre naciones), es movimiento de capital. Y se ha objetivado al punto tal que los oprimidos incorporaron la consigna: ¡lo que hace falta es que vengan inversiones! Que vengan inversiones que ‘nos’ permitan aumentar las exportaciones de bienes, dice la línea argumental completa repetida por todo el abanico cromático de partidos.
Se objetiva así, además, otro aspecto del capitalismo actual: su escala. Todo es global, todo lo global es determinante para el resto de las escalas territoriales. Los estados nacionales están atravesados y vulnerados por las cadenas globales, principalmente de movimientos de capitales, es decir, por las fracciones financieras dominantes integradas globalmente en un nuevo sujeto social: el Fondo Común de Inversión (FCI). Solo a esa novedad histórica –nueva relación social fundamental– puede llamársele nueva fase. Y solo así también es que se trata de una crisis de carácter orgánico en el régimen del capital y abre así un salto civilizatorio en la organización humana. Es decir, se trata del contenido real de la relación de dominación, no de su aspecto formal, de los instrumentos, medios y aparatos que desarrolla y utiliza para tal fin. Así, por el contrario, solo se suplanta un fetiche por otro: viejas armas, nuevas armas.
Que las hay, las hay, claro. Para Larry Fink, CEO de BlackRock, la tokenización permite fragmentar la propiedad de las cosas en unidades más chicas de modo que todos puedan participar. Los FCI representan un escalón más en el nivel de centralización de capitales y de socialización global para poder subsumir y subordinar incluso a los viejos sujetos dominantes, ya ahora de menor escala-alcance social. Es este el movimiento constante que hace a la historia de la civilización: de toda la nobleza feudal –por ejemplo–, solo algunos fueron reyes y el resto quedó subordinada al vasallaje. Nació la escala del reino y del imperio. Y así mismo nació después, de la mano de la burguesía, el estado nación soberano –donde hubo revolución burguesa– y los estados nacionales colonias que fueron derrotados por aquellos y no pudieron hacer la suya.

Su crisis
La cuestión es que requieren atraer/colocar capitales pero no en todo el mercado en general. Morgan Stanley está diciendo a sus clientes (inversores globales que miran justamente los mercados emergentes) que “es demasiado arriesgado posicionarse en consumo cíclico (bienes de consumo), salud y educación y es demasiado pronto para jugar el ciclo de inversión (proyectos)”. De hecho, el movimiento de capitales productivos (compra de empresas) están en baja en el continente.
La gestora de FCI BlackRock, apunta a los suyos algo similar: “Estamos viendo signos de estabilización macroeconómica pero queremos observar si este progreso es sostenible: hay riesgos de implementación”. Argentina aun no forma parte de la cartera de inversiones que ofrecen y aún está en una etapa exploratoria, confirmó Aitor Jáuregui, director Blackrock para Latinoamérica. “Estamos monitorizando cómo se produce la implementación de las medidas. Queremos identificar oportunidades para ayudar a nuestros inversionistas a construir carteras resilientes”, dijo en una conferencia organizada por Forbes también hacia fine de mayo en Buenos Aires.
¿Quiénes son los nuestros? BlackRock gestiona hoy una cartera de 11,6 billones de dólares en nombre de sus clientes. El 60% de los activos gestionados provienen de jubilaciones y pensiones. ¿Qué quieren sus clientes? “Estamos viendo que los clientes muestran optimismo. Buscan hacer más con menos y aspiran a soluciones holísticas”, aclaró Jáuregui.
Qué recomienda Morgan entonces sus clientes inversores (desde aquí les diríamos ‘inversores externos’): que en América Latina tomen posiciones (acciones) en actividades como agricultura, digitalización, energía y servicios financieros. BlackRock, que no hay que apurarse: “Tenemos materiales críticos, como cobre y litio, que serán necesarios para impulsar el crecimiento de muchas industrias”. Y destacó un punto clave en la infraestructura: “Los Estados no podrán financiar todos los proyectos necesarios, por eso el sector privado va a jugar un papel fundamental cofinanciando o co-creando oportunidades”.
Días después apareció el informe del JP Morgan recomendando a sus clientes (no a los vecinos) que abandonen las tenencias de en pesos y pasen a posiciones en dólares, sean bonos o sean acciones. Diego Heredia, economista jefe de la entidad, destaca primero que “el mercado está muy conforme con la labor titánica” que hizo el gobierno de Milei y su equipo. Al diagnóstico general expuesto le anticipa lo que vendrá ¡en el mundo! “Si los precios internacionales del petróleo y de la soja llegan a bajar –señala– es lógico que el dólar suba”. Una devaluación forzada desde el mercado global en el que están jugando. Fin.
Para el CEO de Blackrock, con la nueva administración se está impulsando una agenda de consolidación fiscal, desregulación y liberalización del mercado. “No es que me preocupe nada en específico, sino simplemente que continuemos viendo ese progreso, esa evolución. Y para eso –concluye Jauregui–, hace falta no solo evolución interna sino también una perspectiva global favorable”.
Otro estado

Pero no esperan que pase sino que trabajan para ello. El foco de la BlackRock es construir “alianzas estratégicas” que permitan crear carteras menos vulnerables a la volatilidad. Ese es concretamente otro Estado distinto al neoliberal del Consenso de Washington. Su superación ya fue echada a andar en 2021: el Consenso de Cornwall. En el seno de las viejas potencias –y es la disputa central entre globalistas y nacionalistas– han comenzado a impulsan un nuevo contrato social internacional: el Estado pasa de reparador de asimetrías (políticas proteccionistas y de distribución secundaria) a creador de mercados (como la emisión de bonos para financiar proyectos de ONG, p. ej. TECHO, que trabajan con población vulnerada y vulnerable). Es decir, de la teoría de la inversión central que derrama sobre el resto de las actividades pero que hace agua, hacia el ‘todo es lucro’ –hasta la solidaridad–. BlackRock dice “democratizar el acceso a la inversión” colaborando con reguladores y gobiernos, con énfasis en proyectos de infraestructura y desarrollo del mercado de capitales.
Guerra de fracciones dominantes

Bien. Fractura expuesta, momento síntesis, de pasaje de un estado de cosas a otro, momento crítico. Y desde hace rato ya, dos en uno: lo global en lo local y viceversa.
La pretendida aplicación de aranceles por parte del actual gobierno de EEUU no fue una medida económica sino de combate a las citys financieras globalizadas, es decir, la única fracción del capital que hoy puede considerarse imperialista en sentido estricto. Trump pretende darle prioridad al comercio productivo antes que al comercio de financiero (compra-venta encerradas en las bolsas). De hecho, planteó que había que ‘desintoxcicarlos’ porque venían sobrevaluándose.
El planteo trumpista es simple y lineal: ¿dónde ponen los capitales que obtienen cotizando en la bolsa? En los emergentes y en otros mercados del mundo. Así hay que entender los aranceles, por ejemplo, los anunciados esta semana contra los BRICS y en particular contra Brasil. No es contra el país sino contra los inversores a quienes les sube el precio de lo que produzcan allá. Por supuesto que afecta al país (¡que pide a gritos que vengan inversiones!) pero no es lo determinante.
Así lo entendió la cúpula de BlackRock. Y Warren Buffett, presidente de Berkshire Hathaway, lo asumió directamente en una entrevista con CBS: “Los aranceles son en realidad un acto de guerra”.
La personificación de esa cresta de la oligarquía financiera global está en el gobierno de LLA: Toto Caputo y su vice, Santiago Bausilli en el BCRA y su vice Werning (los cuatro formados de carrera en “la JP Morgan”), Federico Sturzenegger en Desregulación.
“No hay plata”, dice este gobierno. Sin embargo, el pago de los rendimientos financieros estrellas en el mercado de capitales no paran de crecer. En marzo representaron cerca del 50% del gasto público total (ver gráfico). El FMI –banco supra estatal de las grandes potencias–, las agroexportadoras, las grandes industrias de asiento nacional, las pymes y los productores del campo y el sindicalismo, le dan pelea en ese punto: el uso de los recursos y reservas (Ver: “Crisis política y democratismo”). Era abril. El secretario del Tesoro norteamericano, Scott Bessent, salió públicamente a bancar ofreciendo un crédito: “en caso de un shock externo y si Milei mantiene el rumbo, estaríamos dispuestos a utilizar el Fondo de Estabilización Cambiaria del Tesoro de EEUU”.

A mediados de junio Bessent habló otra vez con Caputo pero molesto: tres bancos chinos (Bank of China, Standard Bank y el ICBC) en la reciente emisión de bonos de deuda, apurado por conseguir –de donde sea– los dólares que no vienen ni de abajo del colchón.
El Trump nacionalista también abrió una mesa de diálogo con la China cargada de capitales de todo el globo, en sus bolsas y en sus cadenas productivas. La reunión fue en la City de Londres, sede de la primera operación, en 2014, que permitió hacer del yuan una moneda internacional. Sin embargo, tras la reunión y los acuerdos, Trump acaba de aplaudir el ataque directo de Israel a Irán.
Días después, actuó directamente y se frenó la escalada. China acaba de lanzar el yuan digital. La guerra por todos los medios, no cesa. Volvemos al inicio: el régimen mundial del dólar flaquea.
En la base de esa disputa principal, está lo fundamental: el ajuste sobre la clase dominada. Agregamos solo un par de indicadores. En Argentina, el 30% de los asalariados no llega a cubrir el costo de la Canasta Básica. En todo el mundo, y sobre todo en el seno de esas viejas potencias también, el ejercicio de los derechos laborales están en franco retroceso, señala un nuevo informe de la Confederación Sindical Internacional (CSI). Y solo el ejercicio, advierte, porque no incluye el poder de compra real del salario que se paga. La CSI apunta que se trata de un “ataque concertado” y de una “traición al sistema establecido tras la segunda guerra mundial”. Trump dice exactamente lo mismo y acusa a los globalistas de romper aquel añorado orden entre las naciones. Sin embargo, la campaña mundial de la CSI en defensa de la democracia y contra el fascismo, lo tiene en el centro como autor del golpe multimillonario.
Por lo visto, a nadie le sirve el mundo así como está. Ni a los restauradores, ni a los conservadores ni a los revolucionarios.
El pasado y el futuro puestos sobre la mesa del presente. No queremos ser la infantería ciudadana en esa guerra imperialista y en su radicalizada lucha política local de partidos.
La mejor contribución que podemos hacer junto a los pueblos del mundo oprimidos por el dólar e ilusionados por superarlo con mayor inclusión financiera, es desbarrancar el plan de este gobierno que no es sino el plan de esas oligarquías financieras que buscan –sin hacer nada, dix-it– dónde colocar y valorizar sus excedentes.