Los cambios en el gabinete que el presidente de la Nación Mauricio Macri comunicó la semana pasada un día antes que Argentina debute en la Copa del Mundo en Rusia, no fueron un simple cambio de figuritas.
Quizás el clima futbolero no dejó ver que había algo más allá de un cambio en el equipo. Y no fue solamente la imparable corrida cambiaria. En los últimos dos meses, el precio del dolar pasó de 20,40 a 28,40 pesos, un 38 % de aumento en una suba de la moneda norteamericana que ya llega al 189 por ciento desde que asumió Macri en 2015.
Los cambios fueron más al fondo que la simple cosmética de la gobernabilidad. Es que reconfiguraron alianzas adentro y reposicionan al país afuera. Macri desplazó a Federico Sturzenegger y todo su directorio del Banco Central de la República Argentina (BCRA). El académico y ex funcionario de Domingo Cavallo durante el gobierno de Fernando De la Rúa, fue reemplazado por Luis Caputo, hasta entonces Ministro de Finanzas e impulsor de los 132.969 millones de dólares de emisiones de deuda que el país realizó desde que asumió Cambiemos la presidencia, calculados por la UMET a fines de febrero de este año. Pero también reemplazó a Francisco Cabrera del Ministerio de Producción y puso allí a Dante Sica, hombre perteneciente a las filas del Movimiento Productivo Argentino (fundado por los ex presidentes Eduardo Duhalde y Raúl Alfonsín). Ahora este sector, más asentado en los capitales nacionales e industriales, -que venía criticando la especulación financiera que impulsaba el BCRA a través de las LEBAC-, declararon en favor de esta decisión gubernamental (ver «Respaldo a los cambios»).
Y un cambio de timón importante fue poner a Javier Iguacel -de Vialidad Nacional- en reemplazo del Ministro de Energía Juan José Aranguren, ex CEO de la anglo holandesa Shell e impulsor de las políticas de aumentos tarifarios y los acuerdos energéticos en la exploración de Vaca Muerta.
Los cambios no se explican solo con la última corrida, sino con el contexto internacional y los crujidos del conflicto social que se agudizó a fines del año pasado.
Siempre diciembre
La reforma previsional aprobada el año pasado no solo influyó en la legitimidad social del gobierno. También reacomodó piezas dentro del movimiento obrero y reconfiguró las alianzas en el parlamento.
El 29 de noviembre pasado, en la Plaza de los Congresos, Pablo y Hugo Moyano -de Camioneros- junto a la Corriente Federal de Trabajadores (CFT) y las dos CTA, realizaron una movilización multitudinaria contra la reforma previsional que ya había ingresado al Parlamento.
El 14 de diciembre, mientras Gendarmería reprimía las movilizaciones callejeras, Cambiemos tuvo que levantar la sesión como se lo pedía Unidad Ciudadana, el Frente Renovador y los Partidos de Izquiera. A diferencia de otras votaciones como el arreglo con los fondos buitres, el Frente Renovador ya mostraba sus diferencias con Cambiemos y jugaba más cerca del kirchnerismo.
Días antes del conflicto social, en un seminario de la consultora Abeceb coordinado por Dante Sica, el ministro de Hacienda Nicolás Dujovne adelantaba un posible riesgo de liquidez «cuando el Gobierno tenga que conseguir unos 30.000 millones de dólares para financiar el déficit fiscal. Hay un riesgo de liquidez porque el programa financiero es grande y el mercado de capitales local es chico».
Y como si eso fuera poco, la consultora Ecolatina fundada por el ex ministro de Economía Roberto Lavagna, advertía: » la mayoría de las inversiones que están arribando no son mayormente productivas, sino principalmente financieras».
Finalmente la reforma previsional se aprobó, pero el costo social fue alto y las tensiones se agudizaron. Tanto que el 21 de diciembre, Gustavo Cañonero, partner de la operadora financiera SBS, se mostraba preocupado por las modificaciones de la Ley de Mercado de Capitales que aún esperaban en el Parlamento ya que «sigue dilatando algo que el mercado financiero necesita». Cañonero es ahora vicepresidente del BCRA.
Y Sebastián Maril, analista financiero de Reseach of Traders, recomendaba apostar a la moneda norteamericana: «recomendamos a nuestros clientes a dolarizar carteras».
Claro estaba, que para el sector financiero, aún faltaban asuntos por resolver.
¿Y el mundo?
A principios de enero de este año, el BCRA bajó las tasas de interés y anunciaba un récord histórico en las reservas internacionales con 63.902 millones de dólares. Incluso proyectaba un 15 por ciento de inflación anual. Al parecer todo estaba tranquilo, ¿pero qué pasó en el medio?
El 9 de marzo Zhou Xiaochuan, presidente del Banco Popular de China, manifestó que tomaron las medidas necesarias «para permitir que el yuan sea la moneda de cambio en comercio e inversiones».
10 días después, la Reserva Federal de Estados Unidos aumentó su tasa de interés 25 puntos básicos, y días después, China puso arenceles a 128 productos estadounidenses. La guerra comercial se profundizó (ver «pág. 2»).
Mientras tanto, durante el mes de febrero, el BCRA empezaba a intervenir para frenar la escalada del dólar. El ahora vice del BCRA Cañonero, planteaba que la «acción más correcta sería al menos alguna señal de que el Central está preocupado y que no debiera titubear en subir las tasas «.
Días posteriores, el Frente Renovador seguía disgustado con Cambiemos y denunciaba a Luis Caputo por haber sido propietario de empresas offshore que no declaró ante la Oficina Anticorrupción. Fue el propio fondo de inversión Noctua Partners quien sacó a la luz la información sobre el entonces Ministro de Finanzas.
Christine Lagarde, directora del Fondo Monetario Internacional (FMI), visitó a mediados de marzo a Mauricio Macri y dejó en claro: «no vengo a prestar dinero porque Argentina no lo pidió».
En los mismos días, en una conferencia del Instituto de Finanzas Internacionales realizada en Buenos Aires, David Malpass -subsecretario del Tesoro de Estados Unidos para Asuntos Internacionales- dijo que «es clave que se reduzca la asistencia del Banco Central al Tesoro para bajar el rojo de las cuentas públicas. La administración Trump está muy conforme por ver que a la Argentina le está yendo mejor. Una de las claves para mejorar es reducir la monetización del déficit fiscal por parte del Banco Central». En ese entonces, el dolar aún estaba a 20,5.
Golpecito final
Mayo fue el mes en la que la corrida cambiaria llevó al dólar a 25 pesos. Ante eso, el BCRA utilizó más de 7.272 millones de dólares para frenar la corrida pero no pudo. Fue entonces que Mauricio Macri anunció impulsar un acuerdo con el FMI.
Mientras tanto, el BCRA renovó en la tercera semana de mayo, 670 mil millones de pesos a una tasa del 40 por ciento de interés. Y los fondos de inversión norteamericanos Black Rock -socio del JP Morgan- y Templeton, compraron bonos emitidos por el entonces ministro de Finanzas Luis Caputo denominados BOTE, que permitieron recaudar 3.000 millones de dólares.
En sus últimos días en su gestión, Federico Sturzenegger intentó negociar ampliar un swap con el Banco Popular de China. Pero los cambios en las alianzas ya estaban avanzados. Ya con los nuevos nombres en el gabinete, el FMI aprobó este miércoles el acuerdo con Argentina por 50.000 millones de dolares. A cambio, el acuerdo implica un paquete de ajuste fiscal (ver «algunas exigencias»).
Y lo que faltaba era una nota. Fue la empresa norteamericana Morgan Stanley Capital International (MSCI) quien el mismo día del acuerdo con el FMI, le otorgó a la Argentina el estatus de mercado emergente tras nueve años de mantenerla en la categoría de mercado de frontera. Y ayer las acciones argentinas volvieron a subir en Wall Street. Argentina, otra vez, realineado con la moneda norteamericana.
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