Hace un año decidimos abrir el Almacén Cooperativo, como un espacio más donde los trabajadores pudiéramos recuperar nuestra soberanía sobre los alimentos y tener en nuestras manos la posibilidad de decidir qué alimentos comer y a quién comprarle, construyendo nuevos valores, donde lo que media la relación entre personas, no sean las mercancías que intercambiamos sino el problema común que queremos resolver.
Hacia fines de la década del 60 en nuestro país, el 100% de la distribución de alimentos se hallaba en manos argentinas: El hogar Obrero, las proveedurías sindicales en los lugares de trabajo, supermercados como La Anónima y Átomo, Los Mercados Municipales (Río Cuarto tenía 3), Supermercados Locales como Galante, Grassano, Monge, Lujbich y los almacenes de barrio componían todo el universo, donde estos últimos representaban el 60% de la venta de alimentos y bebidas.
Tras el golpe de Estado de 1976, la dictadura militar impone un plan económico de extranjerización de la economía, abriendo la puerta al capital financiero transnacional y con él ingresan al país las cadenas globales de hipermercados, cambiando completamente la situación. Por cada hipermercado que abrió cerraron alrededor de 30 almacenes y súper locales, miles de puestos de trabajo se perdieron y la concentración fue en aumento.
Hoy el 78% de la venta de alimentos y bebidas se halla en poder de 5 grupos económicos: Carrefour-DIA%, Wal-Mart, Cencosud, COTO y La Anónima. Esta posición dominante les permite ser formadores de precios e imponer estándares a los productores a los que obligan a adquirir paquetes tecnológicos y subordinarse a esquemas financieros. Ya que el capital financiero es la fusión de los bancos con la industria, los mismos fondos financieros dueños de los hipermercados también controlan las industrias de procesamiento y las de base tecnológica, como resultado: precios elevados para quienes consumen, miserias para los que producen localmente y millones de pesos que se van de los territorios hacia el extranjero.