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a oficina del Primer Ministro israelí dio a conocer, el martes pasado, el comunicado en donde se destituye a Yoav Gallant de su cargo como ministro de Defensa de Israel. En la comunicación se llega al punto de acusarlo de haber expuesto las divergencias ante el conflicto en Medio Oriente, de tal manera “que llegaron al conocimiento del enemigo, nuestros enemigos lo disfrutaron y obtuvieron muchos beneficios de ello”.
El ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, posteó en X: “Con Gallant, que todavía está profundamente atrapado en su propia concepción, es imposible lograr una victoria completa”.
Ahora la cartera de Defensa estará a cargo de Israel Katz, quien ocupaba hasta entonces el Ministerio de Exteriores.
Tras su salida, Yoav Gallant utilizó su cuenta de X para agradecer el apoyo “durante la oscura hora de Israel” al Secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin. “Debemos recordar que Estados Unidos e Israel son faros de luz, libertad y progreso en este mundo; nuestra especial relación debe seguir siendo poderosa e inquebrantable”, finaliza Gallant.
La crisis interna que incluye a EEUU
En octubre del año pasado, a pocos días de los ataques de Hamas que dieron inicio a los enfrentamientos militares en curso, Gallant había presentado el plan de “Tres Fases” ante la Comisión de Parlamentaria de Relaciones Exteriores y Defensa. El mismo implicaba “bombardeos sin tregua sobre todo el enclave palestino” como primera fase; “neutralización y destrucción” de la infraestructura de Hamas en la segunda fase y, en la tercera fase, “el fin de las responsabilidades de Israel en la Franja de Gaza”.
Al producirse la tregua con Hamas en marzo de este año, Gallant habilitó el avance del ejército israelí sobre Rafah (límite con Egipto). Aquí, el propio Secretario de Estado norteamericano, Antony Blinken, intervino para indicar su “oposición” a la avanzada y planteó, además, alternativas para garantizar la seguridad de Israel, de los civiles y de los canales de ayuda humanitaria. Nada de esto ocurrió. A tal punto que semanas más tarde fue Lloyd Austin el que confirmó el envío de tropas y soporte para la operación en Rafah.
El 30 de septiembre, el Departamento de Defensa de EEUU lanzó un comunicado en acuerdo con el entonces ministro Gallant, manifestando la necesidad de “desmantelar la infraestructura de ataque” de Hezbolá en la frontera con Líbano. Una semana después, ahora juntos Blinken y Austin, advertían en una carta dirigida a Gallant y a Ron Dermer (Asuntos Estratégicos) la suspensión de ayuda militar si no mejoraba la ayuda humanitaria en Gaza.
En ese tire y afloje, Israel jamás cesó los bombardeos y ataques en el Líbano.
Paradójicamente, a los pocos días de su salida, en una reunión con familiares de rehenes, Gallant reconoció que “no queda nada por hacer en Gaza” y que “permanecemos sólo por el deseo de estar allí”. Esto, más su negativa a excluir a ciertos civiles del servicio militar obligatorio, fueron parte de los desacuerdos con Netanyahu que forzaron su salida de Defensa.
Lo mismo denunció Yair Lapid, uno de los líderes de la oposición. “Netanyahu está asegurando su supervivencia política por encima de la seguridad de Israel y la del Ejército”, acusó.
Movilizaciones
Durante dos días seguidos hubo movilizaciones que bloquearon rutas y acceso a Tel Aviv, protestas frente a la casa de Netanyahu y concentraciones en el Parlamento en repudio a la destitución de Gallant y exigiendo el acuerdo inmediato para liberar a los rehenes israelíes que mantiene Hamas. Tanto las pancartas como las declaraciones de los manifestantes apuntan contra el Primer Ministro.
“Lo que vimos anoche es una prueba impactante de las prioridades torcidas de este gobierno. Este maravilloso pueblo no le permitirá sacrificar la seguridad del país en aras de sus intereses políticos”, expresaron desde la organización “Libres en nuestro país”.