N
o es que el Gobierno impulsa políticas que benefician a ciertas fracciones empresarias y perjudica a la sociedad. El Gobierno es una fracción empresaria. Decirlo así pone luz sobre lo concreto y echa por tierra ese imaginario de expectativas que, con el voto, la sociedad pretende que ocurra a su favor porque le entregó cierto mandato a sus representantes.
No salió Luis Caputo de una organización social, o Federico Sturzenegger de un espacio barrial, o Javier Milei de un espacio vecinal y ahora están tomando medidas equivocadas en relación al pueblo.
Son y serán cuadros de ese mercado que nos hace creer que la baja del riesgo país nos permitirá comprar más kilos de carne por mes.
Visto así, aunque parezca llano, nos pone en otro lugar. Es el lugar del poder. Lugar en donde si no hay presión social no habrá medidas en favor de la propia comunidad.
En el lugar en donde si no hay luchas coordinadas desde abajo las luces de la Capital Federal seguirán poniendo en negociación nuestros derechos y las paritarias seguirán a la baja.
Y aunque haya alternancia de representaciones, sin pueblo en la calle presionando, seguirán siendo nuestras necesidades una mera administración parlamentaria o ejecutiva.
La democracia formal es una botella de vidrio vacía. Para calmar la sed se necesita de agua. Y que el río crecido supere la inercia de seguir esperando a que alguien vendrá a hacer algo por nosotros.