Los anuncios del gobierno nacional tienen como principal argumento la guerra en Ucrania como continuidad de la pandemia por COVID-19. Es que, a la recesión del parate por el virus, se le suma el aumento de los alimentos y la inflación generalizada disparada por la escalada bélica. Parte primordial de la guerra que no se libra de pólvora, es la disputa mundial por la moneda.
Los gobernadores y sus intereses, localizados en sus regiones, pelean por abrir las barreras para que ingrese dinero (inversiones) y se vayan recursos (soja o litio).
Lo mismo dicen los empresarios nucleados en los industriales más nacionales que rechazan cualquier impuesto a la «renta inesperada», ya que no pueden competir así. Las políticas de gobierno siguen priorizando que cuanto más se exporte, más posibilidades hay de salvarse. ¿De quiénes?
Pocos dicen que, bajo esta lógica de acumulación del capital y bajo esta guerra (más larga que la iniciada este año), los de arriba solo se pueden reproducir exprimiendo recursos o estrujando valor, bajando salarios.
La deuda es otra de las tantas formas de saquear. Así, los parches de contención social no dan a basto. Y la distribución, al parecer, no es más que el reparto de lo poco.