El 40 aniversario de la marcha por “Paz, Pan y Trabajo” no es solo una coincidencia calendaria. Menos, cuando también se rememora la guerra de Malvinas.
Diferencias temporales y coincidencias comunes. La crisis, el deterioro salarial, la pobreza y las crujidas de las estructuras políticas siguen la regla. Los trabajadores, organizados en representaciones del interior, visualizan que las estructuras históricas no canalizan lo que manifiestan sus representados, o mejor, compañeros de trabajo.
Mientras los plenarios de los trabajadores empiezan a tomar cuerpo (como el de ayer en Villa Nueva), las reuniones en Buenos Aires vienen a poner un velo de unidad institucional (como la reunión de ayer entre Daer y Pihen). La tan mentada unidad -que de arriba pretende amontonar para revalidaciones electorales- no se condice con la unidad de un conjunto que no quiere seguir esperando que las mejoras de la propia vida sea tan azarosa como la lotería.
Otra vez la pelota está en el movimiento. Otra vez el resultado no puede quedar sujeto a lejanas representaciones. Otra vez, de abajo a arriba y del interior al puerto, se puede reconstruir una columna que si no vertebra las luchas, será la reacción nerviosa de un cerebro que hace rato es transnacional.