E
s evidente que en el Poder Judicial hay un resabio de trabas para el funcionamiento de esta democracia que tanto se nombra. También son frenos la legislación financiera (de la dictadura) o la de los servicios audiovisuales (aunque se haya aprobado una ley en democracia).
Ese poder también le puso un freno a los programas Potenciar Trabajo, por caso.
Pero lo que más frena las posibilidades de una sociedad es la falta de poder. Porque nos remitimos a los “debidos procesos” para cuando es la justicia, al rol de los medios de comunicación cuando es la lucha partidaria y a los grupos económicos (avaros) cuando no hay distribución del ingreso.
¿Y cuándo nos vamos a remitir al poder de fuego que tenemos como movimiento? Es decir, a nuestra capacidad para tomar decisiones abajo, más allá de las cúpulas. A pelear más allá de si le hacemos o no el caldo a la derecha, a coordinar luchas y no administrarlas.
Pareciera que este campo popular, cada vez más ciudadanizado, le pide peras al olmo. Como no las da, el olmo funciona como chivo expiatorio.
Más que pedir, como a los dioses, tenemos que pelear, como fue siempre. Así, no tendremos olmo para culpar, si no camino por recorrer.