E
l Gobierno instaló el eslogan “no hay plata”, sin embargo emitió miles de millones de pesos para el pago de la deuda. Al mismo tiempo miles de trabajadores estatales municipales, provinciales y nacionales son despedidos a lo largo y ancho del país. En el ámbito privado pasa lo mismo con el agregado de las suspensiones y vacaciones adelantadas en las fábricas.
Los gobernadores siguen la lógica del ajuste para los trabajadores y discuten esa agenda de achique del Estado y disminución del gasto.
Mientras tanto cada vez más familias no llegan a cubrir la canasta básica.
La reacción tiende a poner en la mira aspectos jurídicos y legales con el rechazo al DNU y la Ley Omnibus. Y soslaya la transferencia de ingresos ya realizada vía devaluación y licuación de la moneda y de los activos públicos.
A la vez la clase política negocia, una privatización más o menos. Las fracciones del capital pelean por cuántas retenciones pagarán y a cuántos dólares acceden.
En este marco la convocatoria al paro nacional puede ser una nueva oportunidad para que los trabajadores nos organicemos y conduzcamos un proceso de emancipación que acabe con la subordinación.
Sólo será posible si el paro es realmente activo en cada lugar del país, con asambleas que debatan y definan acciones multisectoriales y un plan de lucha más allá del paro en si mismo.