El pasado 25 de marzo, la Directora de Inteligencia Nacional de EEUU, Tulsi Gabbard, presentó al Congreso un informe sobre las principales amenazas que enfrenta ese país y sus intereses globales. Con una detallada guía de aspectos militares, tecnológicos, industriales y comerciales, permite comprender los contundentes primeros pasos del segundo gobierno de Donald Trump.

China, Rusia, Irán y Corea del Norte, juntas o por separado, son las principales amenazas para los intereses de EEUU en el mundo. ¿Qué hacen? “Amenazan a otros países en sus regiones” y “promueven sistemas alternativos para competir en comercio, finanzas y seguridad”. Lo que sea, para “obtener ventajas” pero intentando “evitar una guerra directa”. Y como entre ellos cooperan cada vez más, el informe advierte que la amenaza es aún mayor: por “la presión sobre otros actores globales para que elijan bando” y por “el riesgo de que las hostilidades con uno, atraiga a los otros”.
El reporte señala que la guerra en Ucrania ha favorecido esa alineación y que su continuación “perpetúa los riesgos estratégicos para EEUU”, a saber: “una escalada no deseada hacia una guerra a gran escala, el posible uso de armas nucleares, una mayor inseguridad entre los aliados de la OTAN”. Se entiende así tanto la premura de Donald Trump por resolverlo, como el modo bilateral de hacerlo. Pero Rusia es considerada como un catalizador de estos lazos.
El elemento crítico es la República Popular China, dados “sus ambiciosos objetivos y sus poderosas capacidades e influencia en el mundo”. En su contra, apunta los problemas chinos que obstaculizarán su apalancamiento global: desaceleración de su crecimiento económico, baja en la tasa de natalidad que proyecta una disminución en su población y en su fuerza laboral, y el enfoque del presidente Xi Jinping centrado en la estabilidad del Partido Comunista. Y en su favor, destaca que “los líderes chinos se resistirán a hacer las reformas estructurales y mantendrán políticas económicas estatistas para dirigir el capital hacia sectores prioritarios, reducir la dependencia de tecnologías extranjeras y permitir la modernización militar”.
Militar
China ya es “la amenaza militar más completa y robusta para la seguridad nacional” norteamericana, tanto por el desarrollo armamentístico alcanzado como por la preparación de su Ejército Popular de Liberación (EPL), “capaz de afrontar una guerra de espectro completo”.
Es también la principal amenaza cibernética. Tiene la capacidad como para considerar operaciones de este tipo sobre activos militares, o sobre el sector privado y las redes de infraestructura crítica, “para disuadir la acción militar al obstaculizar la toma de decisiones, inducir pánico social e interferir con el despliegue de fuerzas”.
El informe considera que incluso superó a Rusia como líder espacial y “ha logrado un estatus de clase mundial en casi todas las tecnologías espaciales”. Además de sus exitosas misiones lunares, puso en órbita la constelación satelital Beidou con “una capacidad de posición, navegación y temporización que compite con el GPS de EEUU y el servicio Galileo de Europa”. El año pasado, además, lanzó otra constelación de órbita terrestre baja para brindar su propio internet satelital y “competir con los servicios comerciales occidentales”.
Reconocimiento
El documento destaca que la cooperación chino-rusa “tiene el mayor potencial para plantear riesgos duraderos a los intereses de EEUU”. Y también reconoce que probablemente actúen en conjunto a partir de una creencia compartida: “Estados Unidos busca restringir a cada adversario”. En el mismo sentido apunta que los chinos consideran que las medidas tomadas por Washington contra ellos “son parte de un esfuerzo concertado de todo el gobierno y de países aliados y socios para contener su desarrollo”.
De ahí que su respuesta pase por fortalecer los lazos con sus aliados. Pero también señala que cuando consideran que esas medidas son beneficiosas y protegen sus intereses centrales, reducen la tensión con EEUU. Así es como Pekín “compra tiempo para fortalecer su posición”.
Espectro completo
De su estrategia destaca el “enfoque centralizado, dirigido por el estado y con recursos nacionales”. El objetivo, dice, es dominar los mercados y las cadenas globales de insumos críticos que ya puede proporcionar más barato que otros, y de productos a gran escala. De esta manera, “limita a los competidores extranjeros y hace que otras naciones dependan de ella”. Para los norteamericanos, eso es “coerción económica”. Pero agrega que China también está desarrollando un marco institucional para ser más asertivos: regulaciones comerciales, administrativas, logísticas, de inversión. Y “en paralelo, mensajes para advertir y disuadir”.
La cuestión los toca bien de cerca: una cesación prolongada de minerales chinos –como antimonio, galio, germanio y tierras raras– podría interrumpir los insumos críticos necesarios para la industria de EEUU, apunta el informe. Y ya sucedió: cuando el gobierno de Joe Biden obturó el comercio de chips, China obturó la exportación de los minerales (arriba mencionados) con los que se fabrican.
China tiene una política agresiva que combina “la dirección estatal del sector privado” y “la inversión pública de cientos de miles de millones de dólares (…) para convertirse en una superpotencia global en ciencia y tecnología, promover la autosuficiencia y lograr mayores ganancias económicas, políticas y militares”. Así –anticipa el documento–, llegarán a explicar el 23% de PBI en 2026: más del doble que su participación en 2018. Sus áreas prioritarias son la energía, la inteligencia artificial, la biotecnología (posicionándose como líder en medicina y en agricultura de precisión), la ciencia de la información cuántica y los semiconductores.
Para los norteamericanos es un hecho que en China ya se produce el 39% de la demanda mundial de semiconductores lógicos (chips), claves en “automóviles, electrónica de consumo, electrodomésticos, automatización de fábricas, banda ancha y muchos sistemas militares y médicos”. Ha crecido también en la producción de chips avanzados –como para minería de criptomonedas y dispositivos celulares– y sus investigadores están explorando las técnicas de fabricación de chips más pequeños aun (de 3 nanómetros).
También dan por sentado que “para competir con el poder económico y el liderazgo global de EEUU”, Pekín seguirá “fortaleciendo sus capacidades militares convencionales, intensificando la competencia en el espacio y sosteniendo su estrategia económica intensiva en tecnología e industria”. Lo que busca, es “aumentar su influencia para moldear los acontecimientos mundiales y crear un entorno favorable a sus intereses”. ¿Cómo? Dice que está implementando campañas complejas que involucran a todo el gobierno y que incluyen operaciones coercitivas –sean militares, económicas y de influencia por debajo de la guerra– para afirmar sus posiciones y fuerza contra otros”. Y que “se reserva herramientas más destructivas para conflictos a gran escala”. Es probable –señalan– que utilice ese tipo de campaña “para avanzar en la unificación con Taiwán, proyectar poder en Asia Oriental y revertir la hegemonía de EEUU”.
En otro punto del globo, avanzan de otra manera. Pero avanzan: en el Ártico “China busca acceso a vastos recursos naturales” (petróleo, gas y minerales) y “normalizar rutas de envío marítimo más directas hacia el Hemisferio Norte”. El “punto estratégico clave” es Groenlandia, con quien “ha aumentado gradualmente su compromiso a través de proyectos mineros, desarrollo de infraestructura y proyectos de investigación científica”.
“Necesitamos Groenlandia para la seguridad internacional. Odio decirlo así, pero debemos tenerla”, apuntó Trump en una entrevista de hace 15 días. “Desde una postura defensiva e incluso ofensiva, es algo que necesitamos, especialmente con el mundo como está”.