E
l problema nacional sigue en manos de agentes extranjeros y bajo situación de guerra imperialista mundial. FMI, las exportadoras y toda la cadena de valor del agro (tanto grandes como pequeños), los bancos y las grandes empresas cuya base es el mercado argentino –círculo rojo, UIA y AEA– componen el polo que logró torcer el plan de los especuladores globales representados por Caputo y Bausilli –ministro de Economía y titular del Banco Central respectivamente– cuya actividad es la de promover el comercio global de activos y pasivos financieros. Una actividad rentística en sí misma que, acá y en cualquier lugar del mundo, se fagocita a la economía real. Las reservas no han sido generadas para ser despilfarradas entre bonistas.
La sincronía entre esta maniobra local –coronada con el movimiento de calle de la infantería asalariada en las jornadas del 9 y 10 de abril– y la patada al estado del tablero mundial propinada por Donald Trump mediante su amenaza de aranceles comerciales, no permite ningún tipo de especulación.
Los sobreprecios en las bolsas –que cayeron con este sainete– y la baja en las operaciones de adquisiciones y fusiones de empresas, son una muestra de la crisis: sobreacumulación de capital en los mercados financieros y estancamiento en la esfera de la producción. No crisis de producción, porque capacidad para fabricar hay cada vez más. Sino crisis de lo único que motiva a los propietarios de las fuerzas productivas: la ganancia, la rentabilidad. Y ajustan y recortan prometiendo inversiones que, efectivamente, no están viniendo.
Antes del nuevo programa firmado con el FMI, el swap de monedas con China representaba el 60% de las reservas disponibles.
El Fondo, una entidad supraestatal que dirigen las viejas grandes potencias desde 1945 en adelante, no se puede permitir seguir perdiendo territorio, recursos y cadenas de valor panamericanos en manos de la gigante economía oriental que concentra, hacia allá, cada vez más fuerzas productivas alimentadas por capitales de todo el mundo.
El mayor complejo portuario agroexportador del mundo –el de la Cuenca del Plata–, la Cuenca Andina –de minas y de lagunas de salmuera– y la Cuenca Neuquina –de shale-gas y shale-oil– no serán cedidos así nomás por los Estados Unidos del Norte. En 10 años, el FMI comprometió aquí más del 50% de su capital de crédito.
Los ‘Estados Unidos del Sur’, mientras tanto, dan curso al ferrocarril que los atravesará de Este a Oeste –el Corredor Bioceánico– facilitando la exportación de materias primas que se encuentren a su paso, sea por los puertos del Pacífico o los del Atlántico.
Exponer la situación en crudo nos convida con otras soluciones, tan de fondo y tan estructurales como todo lo que puede ser cambiado cuando los de arriba blanden armas entre sí. La crisis saca los disfraces y devela que, a esta altura, el problema nacional sólo puede ser finalmente resuelto por la causa popular.