Cuando esta semana nos llegó el comentario de que podíamos acceder a las grabaciones del teléfono que Google realizó de nosotros aún cuando estaba en desuso, no lo creímos. Que la información que generamos al usar el teléfono -realizar búsquedas, activar el GPS, relacionarnos en redes sociales- es recolectada para formar, con nuestras interacciones, patrones predictivos de comportamientos, es algo que muchos asumimos. Ahora bien, de ahí a oir nuestra voz o sonidos que realizamos en situaciones privadas –de trabajo, jugando con nuestros hijos, cocinando, etc-, grabados sin nuestra expresa autorización, produce una conmoción distinta. La big-data y el ciber-espionaje a gran escala por parte de estas empresas se hacen piel.
MyActivity de Google
Para ver el detalle de, supuestamente, toda la información que Google guarda de nosotros crearon MyActivity, un portal desarrollado que muestra cronológicamente todas las búsquedas y solicitudes al asistente -realizadas con el comando de voz “Ok Google”-. Esa información está disponible iniciando sesión en Google.
«Para oir esas dos palabras -ok google- el sistema operativo tiene que estar escuchándonos siempre»
“Cuando decimos las palabras mágicas «ok google» cerca de nuestros teléfonos con Android podemos ver que el aparato se dispone a «oír» con mayor atención, entre 8 y 20 segundos, algún comando de voz como «llamar a tal persona», «abrir una aplicación» u otros”, explica Marcelo Arroyo, magíster en Ciencias de la Computación y docente de la UNRC. El especialista advierte que “para reconocer que hemos dicho esas dos palabras iniciales en algún momento, el sistema operativo tiene que estar escuchándonos siempre”. “Esos comandos de voz quedan grabados en los servidores de Google aunque el sistema no reconozca la orden. La empresa dice en su licencia de uso que esos datos son solo para mejorar los algoritmos de reconocimiento de voz del propio programa, «datos de entrenamiento» llamarán, pero la verdad es que no sabemos si Google los usa solo para eso. Aseguran que esos datos no son vendidos, no son divulgados, etc. Queda en nosotros, muchas veces, el creerle a la empresa o no”, describe Arroyo.
¿Para qué?
¿Para qué guarda nuestra actividad Google? Su propio sitio web lo revela: “usamos datos para ofrecer servicios más útiles y mostrar anuncios más relevantes. Esto permite que nuestros servicios sean gratuitos para todos los usuarios. No te identificamos personalmente ante anunciantes, pero es posible que usemos datos como tus búsquedas y tu ubicación, los sitios web y las aplicaciones que has usado, los vídeos y anuncios que has visto e información básica que nos has proporcionado, como tu intervalo de edad y sexo. Estos datos determinan los anuncios que ves en tus dispositivos”, explican. “Si ves un anuncio de un restaurante, es posible que sea debido a tu ubicación o tu actividad en una aplicación móvil”, especifican luego en su web.
Arroyo advierte que estos servicios de conexión en la red “nos facilitan muchas cosas: podemos comunicarnos de manera remota con conocidos o con gente que desconocemos, intercambiar información, de todo. Pero al mismo tiempo ofrecemos un montón de información que puede ser utilizada para lo que sea”. En este sentido, el “servicio gratuito de Google”, podría pensarse como el servicio gratuito de los usuarios de ofrecer cada vez más información de sus vidas para que la empresa pueda vender más publicidad personalizada y eficiente a sus anunciantes.
Confiamos en monopolios
“Ellos saben tu vida. Si procesan o no los datos es una decisión que toman, pero a priori tienen la información necesaria”, explica el especialista de la UNRC. “La gente tiene una confianza muy grande en estas empresas. No saben que la infraestructura de seguridad se basa en empresas tecnológicas comerciales, con fines de lucro, que tienen sus intereses. A ellas confiamos nuestros datos y nuestra seguridad”, advierte y agrega un dato más que interesante para pensar en manos de quién estamos en internet: “la historia de la informática nos muestra que vamos de monopolio en monopolio en el manejo de la información. Desde IBM en los comienzos, a Microsoft luego y ahora Google”. Y cada vez es mayor la información que proporcionamos, voluntaria o involuntariamente, a estos monopolios para que organicen nuestra vida o hasta la de los Estados.
“Los países en desarrollo como el nuestro o Brasil se pusieron a trabajar para tener sus propios cables transoceánicos de conexión a internet cuando se dieron cuenta de que a Dilma Roussef la estaban escuchando desde la NSA (Agencia Nacional de Seguridad estadounidense). Obvio que te escuchan si los cables son de un par de monopolios de ellos y vos sos un presidente de un país importante”, explicó Arroyo.