D
urante el Foro Anual de Banco Central Europeo (BCE) realizado el 29 de junio en Portugal, Christine Lagarde había advertido sobre “el riesgo de fragmentación financiera inherente a la zona euro” conformada por 19 países que usan la misma moneda pero sin una misma política fiscal, ni una unión bancaria ni de los mercados de capitales. Toda una dificultad para transmitir la política de centralización del BCE.
Días después, Lagarde esbozó un plan: subir 0,25 puntos la tasa de interés de referencia, que llevaba 11 años sin tocar, y cerrar el programa automático de Compra de Activos Públicos (títulos de deuda emitidos por los países). La Reserva Federal de EEUU ya había comenzado ese camino a fines de 2021.
Pero en junio la inflación anual trepó a 8,6% y el directorio del BCE decidió ayer dar “un primer paso más grande”: subió la tasa el doble de lo previsto dejándola en 0,50%. El objetivo de manual es reducir la masa monetaria en circulación.
Pero además, el BCE definió el nuevo antídoto contra el riesgo de fragmentación: el “Instrumento de Protección de la Transmisión” (TPI), un mecanismo de compra selectiva de títulos de deuda -en principio pública pero extensible al sector privado- del país que requiera apoyo para obtener financiamiento en el actual contexto de caída en los PBI, encarecimiento del crédito, inflación generalizada y prolongada y pérdida de peso de euro frente al dólar.
En los últimos cinco meses cayó un 12% hasta que el miércoles 13 de julio llegó a cotizar por debajo, a 0,99 dólares.
Con la nueva herramienta, intenta imponer “la unicidad de la política monetaria” -dice el comunicado del BCE-, “condición indispensable” para estabilizar los precios.
Desde ahora comprará títulos de deuda en el mercado secundario pero sólo a condición de que quien lo necesite se encuadre en las políticas fiscales, macroeconómicas, de deuda sostenible y de equilibrio en el gasto público, ya definidas por los órganos de gobierno de la UE y el BCE para el período. Además, del visto bueno del FMI.
Para Lagarde “la inflación se mantendrá indeseablemente alta”. Entre los motivos, enumeró el aumento de algunos costos: el salarial, el de los alimentos y el de la energía.
En aquel Foro de fines de junio, estuvieron también el presidente de la Fed, Jerome Powell, Andrew Bailey del Banco de Inglaterra y Agustín Carstens, del Banco Internacional de Pagos (BIS). Todos compartieron el desafío que supone la inflación global para la política monetaria. Lagarde dijo entonces que tras la pandemia la economía está en un proceso de retroceso en la globalización: va a cambiar la forma y el lugar en que se producen los bienes y entonces los costos serán más altos. Powell coincidió en que desde entonces «la economía se mueve por fuerzas muy diferentes”, que son inflacionistas.
Más euro zona
Los países europeos que utilizan la misma moneda pasarán a ser 20 desde 2023. El 12 de julio, la reunión de ministros de Economía de la Unión Europea (UE, formada por 27) autorizó finalmente la integración monetaria de Croacia que dejará de usar la kuna como moneda.
Para poder unirse, Croacia superó algunas condiciones como mantener la inflación en el mismo rango que sus pares de la UE y tener el gasto público bajo control.
El 1 de enero de 1999, 11 países adoptaron el euro como moneda común pero aun interna al sistema de transacciones: solo se usaba como conversión en los asientos contables y pagos electrónicos.
Tres años después, el 1 de enero de 2002 salen a circulación los billetes en reemplazo de las monedas nacionales de Alemania, Austria, Bélgica, España, Finlandia, Francia, Irlanda, Italia, Luxemburgo, Países Bajos y Portugal. Desde entonces se sumaron paulatinamente Eslovenia (2007), Chipre y Malta (2008), Eslovaquia (2009), Estonia (2011), Letonia (2014) y Lituania (2015).