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a inteligencia militar ucraniana (GUR) informó que en la última semana de octubre Rusia trasladó más de 7.000 soldados norcoreanos que estaban apostados en los campos de entrenamiento ubicados en el este ruso, hacia los frentes de batalla que limitan con Ucrania. El secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, confirmó que habían recibido uniformes y equipamiento. “Me preocupa cada vez más que el Kremlin use a estos soldados norcoreanos para apoyar sus operaciones”, dijo en una conferencia de prensa compartida con su homólogo surcoreano, Kim Yong-hyun. El Congreso ruso acababa de ratificar por unanimidad el Tratado de Asociación Estratégica Global con Corea del Norte que prevé “ayuda militar inmediata” en caso de agresión por parte de terceros países.
Esta semana, el presidente ucraniano Volodimir Zelenski y el periódico estadounidense The New York Times confirmaron la participación directa de soldados norcoreanos en los combates sucedidos en Kursk, dentro del territorio ruso. Aunque nadie más lo certificó, el secretario general de la Organización de Naciones Unidas (ONU), António Guterres, consideró que supondría “una escalada muy peligrosa”. Y abogó por “hacer todo lo posible para evitar cualquier internacionalización de este conflicto”.
Un análisis del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores considera que “el despliegue de tropas norcoreanas representa un cambio significativo en las relaciones de seguridad entre Europa y Asia”. El jefe de la oficina presidencial de Ucrania, Andrii Yermak, dijo este martes que “es necesaria una posición más fuerte de los aliados”.
Una semana antes, el canciller de la República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte) Choe Son Hui estuvo reunido con su homólogo ruso, Serguiéi Lavrov, en Moscú. “Siempre estaremos al lado de nuestros camaradas rusos hasta el día de la victoria”, dijo entonces.
En paralelo, el Pentágono norteamericano anunciaba un nuevo paquete (el número 69 desde 2021) de ayuda para Ucrania por 425 millones de dólares en armamento: “Estados Unidos seguirá trabajando junto con unos 50 aliados y socios para satisfacer las necesidades urgentes del campo de batalla de Ucrania y defenderse de la agresión rusa”.
Luego de la derrota ante Trump y tras las denuncias de milicias norcoreanas en el frente de batalla, trascendió la decisión de Joe Biden de autorizar a Ucrania la utilización de misiles balísticos superficie-superficie MGM-140 Atacms, para atacar a objetivos en territorio ruso.
En su cuenta de X, el presidente de Ucrania no confirmó tal decisión, pero indicó que de ser así “los misiles hablarán por sí solos”.
El vocero presidencial de Rusia, Dmitry Peskov, se limitó a señalar que “la administración saliente en Washington pretende tomar medidas para seguir echando leña al fuego y continuar provocando tensiones en torno a este conflicto”.
“Bajo el Gobierno del actual presidente estadounidense, que ha forzado hasta el límite la espiral de la enemistad con Rusia, nuestros países se encuentran al borde de un conflicto militar directo”, señaló Lavrov al diario turco Hürriyet. “Washington y sus aliados dan todo tipo de apoyo a Kiev y debaten una posible entrega de misiles de largo alcance de fabricación occidental para atacar objetivos en el interior del territorio ruso”.
Por esos días, el ministerio de Defensa de Rusia informaba sobre la realización de ejercicios de las fuerzas de disuasión estratégica nuclear, supervisadas por el presidente Vladimir Putin. Se trató de “un golpe nuclear masivo en respuesta a un ataque nuclear enemigo”: misiles intercontinentales Bulava y Sineva fueron lanzados desde los submarinos atómicos Kniaz Oleg, en el mar de Ojotsk, y Novomoskovsk, en el mar de Barents y los bombarderos estratégicos TU-95MS lanzaron misiles de crucero. El comunicado señala también que durante el ejercicio, “todos los misiles alcanzaron su objetivo”.
“Es importante disponer de fuerzas estratégicas modernas y siempre listas para ser usadas”, dijo Putin. Aseguró que su objetivo es “cumplir con las tareas de disuasión” y que Rusia no piensa verse involucrada en una “nueva guerra armamentista”.
“Rusia –expuso Lavrov ante el medio turco– está abierta a una solución política”. Pero no a “un alto el fuego temporal” sino a un acuerdo que “elimine los fundamentos del conflicto”. Punto número uno: “la expansión de la OTAN hacia el este”. Dos, la “amenaza a los intereses de seguridad vitales para Rusia” y tres, “la vulneración de los derechos de los rusos y los rusoparlantes en Ucrania”.
“Si los estadounidenses mostrasen una intención seria de llegar a un acuerdo sincero sobre la base del principio de la mutualidad y el respeto a los intereses de ambos, nosotros estamos dispuestos a dialogar”.
Pasó una semana desde entonces y EEUU tiene un nuevo presidente electo que aseguró que va a “terminar guerras”. Su propuesta para Ucrania, parece ser así de seria.