El mandatario chino y el norteamericano acordaron este miércoles abrir una línea directa presidencial. En septiembre ya dieron inicio a grupos de trabajo con rango ministerial para abordar los desafíos globales en el ámbito financiero y del comercio exterior. Ahora, se comprometieron a reanudar las comunicaciones entre sus mandos militares, suspendidas desde agosto de 2022 tras la osada visita de la presidenta del Senado, Nancy Pelosi, a Taiwán: base de grandes corporaciones tecnológicas que abastecen a todo el mundo de chips, semi-conductores y electrónica.
La cumbre privada de este miércoles tuvo lugar en San Francisco, sobre la costa oeste norteamericana, y duró 4 horas. Antes de cerrar las puertas anunciaron a la prensa de qué se trataba. Para Joe Biden, de gestionar la relación de forma «responsable» para que la competencia «no se desvíe hacia el conflicto». A su turno, Xi aclaró primero que «no es realista que una parte remodele a la otra». Coincidió con que «la confrontación tienen consecuencias insoportables para ambas partes» y subrayó que «darse la espalda no es una opción».
Tanto EEUU como la Organización del Tratado del Atlantico Norte (OTAN), han ratificado que las ambiciones chinas “ponen en peligro nuestros intereses” utilizando «su ventaja económica para crear dependencias estratégicas, aumentar su presencia global y proyectar poder”. El despliegue de la Nueva Ruta de la Seda es para Xi solo “la construcción de la comunidad de futuro compartido de la humanidad”. Y pide para ello que EEUU no interfiera en el libre comercio mundial.
La economía norteamericana lidera el podio del PBI con 26,9 billones de dólares pero que desde hace 5 años no logra crecer a más del 2% anual.
La actividad económica en China es la que más cantidad y en menos tiempo ha crecido en los últimos años. De 0,3% del PBI mundial en 1980 pasó a representar el 15% en 2020. En los registros de este año del Fondo Monetario Internacional (FMI) computa 17,7 billones de dólares de PBI. Es líder en reservas con 3,13 billones de dólares en su Banco Central y es el primer país exportador del mundo: el 50% de lo que vende es producido por empresas privadas radicadas allí.
Desde trayectorias históricas distintas, tanto EEUU como China están de acuerdo en que la economía no se está recuperando al ritmo esperado. La diferencia crucial, y de allí el conflicto central de la época que envuelve a todo el mundo, es que la Reserva Federal (FED, banco central norteamericano) es el emisor de la moneda que sigue siendo el patron de medida desde 1945 y con ella ha regado el mundo de deuda.
La permanencia de esa centralidad que determina el poder relativo del resto de las economías del mundo, es lo que está justamente en guerra.
El precio del yuan frente al dólar se ha devaluado 14% en un año y llegó al mínimo de los últimos 15 años (0,1369 dólares). Refleja la divergencia entre los tipos interés que ofrece cada economía. Las subidas sostenidas por la Reserva Federal (FED) de EEUU tientan más a los inversores y favorecen esa fuga: la diferencia con los rendimientos que ofrece China es la mayor en dos décadas.
Allá -como acá- los inversores prefieren títulos en dólares y los exportadores prefieren no liquidar sus dividendos en el país y mantenerlos dolarizados y también afuera.
La centralización monetaria de los dueños del dólar así globalizado chupa los excendetes de todos los rincones del mundo.
China está viviendo su mayor salida de capital desde enero 2016. La Administración Estatal de Divisas de China, informó que en septiembre sus bancos vendieron 19.400 millones de dólares en divisas extranjeras y que enviaron 53.900 millones de dólares al extranjero en nombre de sus clientes. En total, un 80% más que en agosto.
Pero la caída del yuan puede ser también base para el esperado reimpulso. Para el economista Alvin Tan, de RBC Capital Markets, «después de todo, la depreciación de la moneda es una forma de flexibilización monetaria». Lo que el Banco Popular de China (BPCh) se plantea es que el diferencial del precio interno y externo no suceda de forma caótica y con alta volatilidad sino que sea estable tanto para los hogares, las empresas y los inversores externos. En su última reunión de directorio, ratificó «un fuerte compromiso para proteger resueltamente la economía del riesgo de fluctuaciones muy agresivas en el tipo de cambio».
Mientras que EEUU y Europa tratan de enfriar su economía para bajar la inflación, China tiene que calentarla debido a que no repunta tanto como se esperaba pasada ya la pandemia. Por un lado, el ajuste de las economías centrales hace que la demanda en su comercio exterior haya bajado. Por otro, la demanda interior o consumo, también ha caído por -según analistas del JP Morgan- «un exceso de ahorro, sumado a un desplome del sector inmobiliario, los alquileres, automóviles y el descenso de la carne por exceso de oferta.»
El enfriamiento está cerca de la deflación: el Indice de Precios al Consumidor (IPC) fue 0% en septiembre, la tasa de desempleo en 5% (más baja que el 5,6% de 2022) y el precio del dinero, es decir, la tasa de interés bancaria, en 2,5%.
Mientras que en la década del 2.000 crecía a tasas chinas del 10% anual, en 2019 lo hizo al 6%, en 2020 al 2% por el parate del Covid y en 2021rebotó al 8% cuando se suspendieron las cuarentenas. Pero a hora la meta del gobierno es terminar este año con un aumento del 5% en el PBI. Y por ahí va: la Oficina Nacional de Estadística (ONE) comparó la evolución del PBI de enero-septiembre de 2023 con el mismo período de 2022 y registró una mejora del 5,2%.
La producción industrial y las inversiones fijas crecen pero con el mismo ritmo que el año pasado (4,5% y 3,2% interanual respectivamente). Las exportaciones alcanzaron un nuevo máximo en volumen pero la inversión inmobiliaria retrocedió 10%.
La balanza comercial china de septiembre fue positiva en 77.800 millones de dólares: alto pero lejos de los resultados obtenidos a lo largo del año pasado y principio de 2023: en enero el saldo del comercio exterior había sido de 92.000 millones de dólares. Pasa que tanto las importaciones como las exportaciones disminuyen en torno al 7% interanual. Sobre todo porque las empresas radicadas en EEUU, que son el principal cliente exterior, compraron menos.
Para la República Popular, Taiwan sigue siendo una parte insular de la misma nación. Hoy, además, es donde más compra para abastecer a la industria montada allí. Xi nuevamente instó a Estados Unidos a dejar de enviar armas a Taiwán y apoyar la «reunificación» pacífica que anunció China en septiembre pasado.
Quizás por eso, el mandatario chino reconoció, al lado de Biden, que ambos «cargan con grandes responsabilidades, para los dos pueblos, para el mundo y para la historia».
Los dos evaluaron al final del día que habían logrado «progresos reales». Y asistieron juntos a una cena de gala con directivos de corporaciones norteamericanas -entre ellas, Apple, BlackRock, Starbucks, Tesla, Bridgewater, Blackstone-, muchas de las cuales tienen sus mayores plantas de producción en suelo chino. Y hubo muchos y repetidos aplausos. Sobre todo cuando Xi dijo que “China está listo para ser socio y amigo de EEUU».
Como hace 20 años, el banco de inversión estadounidense Goldman Sachs el repunte de las bolsas financieras en China en 2024. El índice bursatil MSCI China, que sigue a empresas de alta y mediana capitalización del país asiático, subirá un 12%. Y para el CSI 300, que mide la evolución de los 300 principales valores en las bolsas de Shanghai y Shenzhen y que actualmente está en el valor más bajo del año, augura una suba del 16%.
Su estratega jefe para mercados chinos, Liu Jinjin, recomienda ahora a los inversores que compren activos financieros cotizados en la China continental pero no así las acciones de compañías chinas que cotizan en otras bolsas extranjeras. El mercado chino, dice, está menos influido por los vaivenes geopolíticos y los flujos globales de capital.